miércoles, 25 de julio de 2007

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los que se van

LOS QUE SE VAN
Lo vi solo, extrañamente solo. La luz implacable del neón destacaba esa soledad en el boliche. Estaba triste y recogido. Bebía fernet con soda.
Me acerqué zigzagueando entre las mesas descolocadas por tanto parroquiano que ya habían partido.
-Estás solo?- le pregunté.-Y tus amigos?
Me miró con sus ojos grises sin pestañas. Me miró de arriba abajo como recorriendo un mapa. Me senté.
El patron bostezaba detras del mostrador. Había abandonado el diario de la tarde. Debían ser las tres de la mañana. Javier abrió la boca y dijo muy despacio:
-Se fueron, querido. Mis amigos se fueron.
-Juan?- pregunté. Recordaba una pelada lustrosa, unos dientes desparejos, unas manos temblonas y crispadas.
-Juan se fue por su cuenta- me respondió Javier-. Se pegó un tiro en la cabeza y murió en el acto.
Y Pedro?- Recordé muchas botellas en la mesa. Un gigante me invitaba a tomar.
-Pedro se fue en un hospital. Lo cortaron al medio pero estaba podrido. Lo cosieron aprisa, esperando que durara un poco. Murió igual...
Pasó un tren por la barrera cercana. Javier escuchó el ruido como si fuera un llamado. Después volvió el silencio. Alguien encendió un fósforo y vi el reflejo de la llama en la botella.
-Y Sebastián?- pregunté. Apenas lo recordaba. Hacía mucho tiempo que no lo veía.
-Sebastián se fue hace poco, la semana pasada.
Bebió su fernet y se secó los labios con la mano.
-Se fue de un modo raro, porque él siempre fue raro. Sabrás que entró en delirio...
-Eh? No! No sabía...
-Sí. Deliraba. Un buen día me dijo que empezaba a ver ratas, ratitas blancas.
Imaginé la agonía de aquel pobre infeliz. Ratas, ratas feroces persiguiéndolo en una interminable pesadilla.
Javier me corrigió.
-Pero Sebastián siempre fue muy raro... se amigó con las ratas.
-Cómo?
-Te explico. Era un delirio dulce. Sebastián era un buen muchacho. Se hizo amigo de las ratas. Jugaba con ellas, les hablaba. Se reía de los médicos y de su enfermedad.
-Pero...
-Si hermano- comentó Javier-. Los "peros" nos arruinan la vida.
Levantó un dedo y con un gesto misterioso reclamó otro fernet. Y continuó:
-El otro día llegó muy serio, terriblemente serio. Estaba mal. "Sebastián, qué te pasa?", le dije. "Las ratas", me contestó.
"Que pasa con las ratas?". "Se enfurecieron". "Te han mordido?". "No, me comieron". Y se quedó mirando con unos ojos duros, grandes como huevos. Se lo llevaron. Entendés?. No se fue solo. Se lo llevaron agarrado de los brazos...
Javier se echó hacia atrás, apoyó la espalda en los palos de la silla y me preguntó:
-Y vos? Qué contás de nuevo?
Enrique Wernicke (Argentina, 1915-1968)