viernes, 14 de octubre de 2011

INFLEXIONES SOBRE LA CRISIS DE LA VIOLENCIA







HASTA QUE LA MUERTE LOS SEPARE...










El muy hijo puta me asfixió con un cable como esos que usan en las películas de mierda, después de putearnos y cachetearnos. Lo que más me jode es que todo sucedió delante de la nena. Pobrecita, es tan morenita como el padre y con esos mismos ojos negros e inasibles. Después de cinco años todavía vivíamos juntos y nunca tan separados. Hasta llegué a odiarlo por el aliento a porro, el mismo que compartíamos con el sexo cuando lo quería. A veces me dejaba follar con la duda de encontrar eso que se perdió con él. Así es que nunca lo denuncié, aun cuando ya suponía lo de mi triste aventura con el moro del restaurante donde trabajo. Es decir, donde trabajé durante años como una gilipollas por tres duros. Se entregó mansamente y está preso, la chinija con la guardia civil y yo aquí, en el dolor y la oscuridad de sus ojos negros.

Si con Rato P pensamos que esto podía suceder, no bastan de uno a tres minutos de silencio en cualquier ayuntamiento.

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